Psicoterapia y Fenomenología

El trabajo con Constelaciones Familiares según Bert Hellinger

 Alfred F. Gómez Pedra

1. ¿Qué son constelaciones familiares?

Desde los años 1980, Bert Hellinger ha venido desarrollando un método de trabajo psicoterapéutico con un variado grupo de cuadros psicológicos: desde las profundas esquizofrenias y depresiones, pasando por enfermos de cáncer, el tema de la adopción y sus consecuencias, las víctimas del Holocausto en la Segunda Guerra Mundial, las cotidianas preguntas sobre el sentido, las relaciones de pareja, los disminuidos, etc.

El espectro lo abarca todo, todo lo que constituye la vida humana, desde su tragedia y patología, hasta su grandeza y plenitud.

¿Cómo es posible que un único método sirva para situaciones tan variadas, cuando estamos acostumbrados a la tecnificación y a la especialización en campos?

La respuesta sería ésta: El método de Bert Hellinger no quiere, fundamentalmente o exclusivamente, curar los depresivos o esquizofrénicos, ni tan siquiera apoyar la quimioterapia en los enfermos de cáncer, ni volver a unir parejas en crisis, ni “dar un sentido a la vida“ ¾ En otras palabras, no se trata de ayudar.

Una constelación familiar muestra a la persona en su más desnuda faceta. No como un ser prometéico que todo lo que su voluntad desea consigue, sino como persona envuelta e involucrada en un sistema que la condiciona, la libera, la esclaviza, la enferma, la cura.

Por esto, en las constelaciones familiares curar puede ser una parte muy pequeña o ni siquiera necesaria. Lo más importante será la sintonía personal con un destino que genéticamente, físicamente y psicológicamente recibimos, y la aceptación sencilla y humilde de nuestra condición de seres humanos que vivimos y morimos, en un mundo más grande que nuestro yo y nuestro sistema familiar. Bajo esta premisa, “terapia“ cambia profundamente de sentido: aquello que ayuda a esta profunda sintonía será “lo terapéutico“, aunque su forma sea el dolor, la enfermedad o la muerte.

Lo escandaloso de esta última afirmación tiene su sentido al comprender la vida no como el más alto valor. En definitiva, todos los valores desembocan en lo relativo. Pues nuestros valores y sistemas morales responden a necesidades sociales de supervivencia.

Al final, nos queda sólo la realidad misma tal como es, sin interpretaciones, sin deseos, sin juicios morales. Y ésta misma realidad, y el asentimiento a ella, son los que llevan el potencial terapéutico.

2. ¿Cómo se hacen constelaciones familiares?

La mecánica de las constelaciones familiares es sencilla. Se necesita solamente un grupo de clientes. Un cliente intenta previamente concentrarse en sí mismo y elige, guiándose por su intuición, representantes para aquellas personas que integran su sistema familiar actual o de origen, incluyendo un representante para sí mismo.

Consciente e intuitivamente, el cliente coloca a estos representantes en un espacio libre y los enfoca en una dirección determinada. Los representantes no tienen que hacer nada, ni decir nada. Es decir, no tienen que teatralizar ninguna escena.

En esta primera constelación, los representantes vivirán los sentimientos de las personas representadas. Y éste será el inicio del trabajo del coordinador/ terapeuta.

El siguiente paso será la exteriorización de los sentimientos de los representantes. Uno por uno, los representantes serán preguntados: “¿Cómo se siente aquí?“ (en éste lugar, enfocado en ésta dirección). Sus respuestas nos hablarán de las relaciones entre los diferentes miembros del sistema. A partir de aquí, el coordinador/terapeuta modificará las posiciones de los representantes hasta conseguir la sintonía en el sistema. Cada movimiento será verificado en su validez por el feedback de los representantes.

Paralelamente, el coordinador/terapeuta ofrece al cliente unas frases curativas. Son frases que el cliente repite para interiorizar la nueva imagen o para integrar un determinado movimiento en su interior.

La integración de un determinado movimiento o de una imagen se realiza no sólo por la palabra, sino también por el lenguaje corporal: inclinaciones profundas, abrazos espontáneos, cogerse de las manos ¾ todo un conjunto de elementos que tiene como fin lograr un anclaje en la nueva imagen interior.

El final será cuando aparezca la imagen que, para ese momento, lleve al cliente a una máxima sintonía con su sistema.

3. ¿Cómo funcionan las constelaciones familiares?

En una constelación familiar entran en juego diversas dicotomías:

inconsciente - consciente,

silencio - palabra,

grupo - yo,

emocional -  racional.

Todas estas dicotomías son ciertas, falsas, y  ciertas y falsas al mismo tiempo. El arte en una constelación consiste en sacar a la luz aquello que en esta constelación, hoy y ahora, es.

En cada constelación familiar, el maestro es la realidad. Y una constelación es un ámbito donde la realidad puede presentarse en toda su plenitud relativa: aquí  y ahora, porque después, será diferente.

El cliente forma la constelación, como ya se ha indicado, de acuerdo con una imagen que él tiene. La imagen se refiere a un sistema, en nuestro caso, a un sistema familiar. Por tanto, cuando hablamos de sistema nos vemos obligados a referirnos a la realidad como relación. La individualidad absoluta no existe. El lenguaje nos engaña, cuando significante y significado aparecen y son tratados aislados de un contexto. Lo individual se crea y se forma en lo colectivo. Interpretado así, lo individual siempre fue, porque se preparó, y siempre será, porque sin él no sería el ahora. Esta interacción va más allá de nuestros deseos.  Y cuando más entramos en un sistema, más densa es esta interacción y dependencia, y  más descubrimos que la realidad que percibimos tiene, en ese profundo nivel, una calidad que nos la hace incomprensible e inmanipulable.

El acceso a la imagen se presenta cuando el cliente, interiormente, desea abrirse a su propia realidad. La imagen no es elaborada al formar la constelación, sino sencillamente intuída, como un dejarse llevar. La calidad y la actitud del coordinador/terapeuta serán decisivas para facilitar al cliente esta capacidad de acción.

Nuestra vida, nuestros éxitos y fracasos personales, se encuentran preparados en estas imágenes. Son creadas y transmitidas en el ambiente familiar, y no tienen por qué ser vividas conscientemente, ni por qué coincidir con nuestros sentimientos, creencias o ideologías.

Nuestras imágenes no son estáticas. Son válidas en cada instante espacio-tiempo, y varían con los sucesos concretos que la vida de por sí trae.

Si nos paramos en una imagen en concreto, ¿qué vemos? Vemos personas de un sistema familiar relacionadas entre sí. Estos miembros serán para la persona en cuestión significativos, independientemente de si viven o están muertos, de si están cerca o lejos. Esta imagen pertenece a otra categoría espacio-temporal que no es la de la física mecánica. Manifestar estas imágenes es sólo posible en una situación donde la racionalidad y la emocionalidad, que a veces se utilizan de escudo para el miedo y la inseguridad, no escondan la crudeza de lo acontecido.

4. Hacia dónde encauza el coordinador/terapeuta las constelaciones familiares.

Como se ha dicho, el objetivo es la sintonía de la persona con su propio destino y con su propia responsabilidad.

Cuando una imagen es expresada en una primera constelación, el coordinador/ terapeuta mira cuál es la dinámica de ese sistema, punto de partida para conseguir la imagen-solución para el cliente.

Para esto, Bert Hellinger, ha visto una serie de pautas fundamentales en toda convivencia humana, para parejas, para padres e hijos, para miembros de una red familiar y, directa o indirectamente, para cualquier relación:

1. La necesidad de vinculación. Toda persona tiene la necesidad de pertenencia a un grupo. El primer grupo sería la familia de origen, ella sola es ya el primer sistema con una dinámica propia que impregna las actitudes fundamentales de la persona.

2. El equilibrio entre dar y tomar, como profunda necesidad humana de equilibrio entre lo que se recibe y lo que se da, y viceversa.

3. El orden dentro del sistema. Todo sistema tiene unas normas convenidas. El aceptar y cumplir las normas comporta seguridad y sentido al individuo; su negación e incumplimiento le comportan el sentimiento de culpa y el miedo de perder la pertenencia al sistema.

Estas normas de relación no son ni buenas ni malas. Al igual que las constelaciones, el terapeuta las acepta simplemente tal como se presentan.

El enfoque metodológico de Bert Hellinger es el fenomenológico: expresar simplemente los fenómenos que hay. No como nos gustaría que fueran, sino como son.

A partir de aquí, el coordinador/terapeuta puede mover los representantes de una constelación, siempre verificando que los tres elementos, vinculación, equilibrio entre dar-tomar, y orden estén realizados en sus exigencias. Es decir, el coordinador/terapeuta busca de solucionar los desequilibrios en el sistema. No se trata de buscar lo que el cliente quiere, o lo que el terapeuta quiere. Lo que llamaríamos final feliz, es el final feliz que la realidad con los fenómenos que ella tiene para esa situación puede dar. ¿Y qué puede dar la realidad? Desde un gratificante y emotivo final, pasando por el asentimiento sereno ante la enfermedad y la muerte, hasta la interrupción de la constelación porque “no se quiere ver más“.

En definitiva, se trata de que el cliente tenga una nueva imagen de harmonía con él mismo y con su sistema. Esta nueva imagen, al igual que la antigua las tuvo, tendrá consecuencias en la realidad de cada día, en una palabra, en su realización personal.

A partir de aquí, la persona buscará sus objetivos funcionales, pero sus objetivos fundamentales ya le han sido dados. Su energía para la acción (¡la que sea!) proviene de esa íntima percepción de pertenencia, equilibrio y orden.

5. Cómo actúa el coordinador/terapeuta.

Independientemente de su formación técnica, existe una premisa fundamental para el terapeuta: su actitud. Una actitud sin intención. Más allá de lo bueno y de lo malo, de todo juicio ético. El terapeuta mira la realidad manifestada por el cliente, y con un profundo respeto entra en sintonía con él; sin afán de ayudar, sino sólo con el deseo de servir de instrumento para la realidad emergente del cliente. Esta, la realidad, es la que alberga ya todas las posibilidades de solución.

Esta actitud significa algunas veces aceptar el destino trágico como la mejor solución para el cliente y, en consecuencia, no interferir en ello. Por parte del terapeuta supone un profundo trabajo personal previo con su propio origen y con sus propias intenciones. Supone la humildad de aceptar la realidad tal como es. Supone la distancia ante el cliente para que éste viva su realidad mostrada. Y la conciencia de que no es él, el coordinador/terapeuta,  quien cura, sino la misma realidad. El terapeuta no necesita una solución creativa, él no es un constructivista que crea una nueva realidad: él deja que la realidad sea.

En su aspecto técnico, el coordinador/terapeuta tiene ciertamente una parte activa. Preparar al cliente para la constelación seria su primera actuación: saber qué le pasa, para qué ha venido. No estamos ante una conversación puramente racional: los gestos, el tono, el discurso, la actitud, las emociones expresadas, la misma presencia del cliente en el grupo hablan ya de una realidad que va a emerger.

Qué ha sucedido, es el paso inmediato. Sólo con hechos, con fenómenos podemos trabajar: enfermedades, muertes, nacimientos, parejas ¾ todo aquello que contribuye a la formación de un sistema. Quedarse en los sentimientos nos dejaría con una personalidad confusa, la cual no podría ver sus implicaciones en un sistema y, por otro lado, seria una violencia para los demás participantes en el grupo y para el mismo coordinador/terapeuta, que pondría en peligro su necesaria distancia para perder fuerza en la compasión o en la crítica.   Naturalmente, en el desarrollo de la constelación aparecen sentimientos. Pero aquí son los representantes quienes los sienten y expresan.

Aquí ya no aparecen racionalizados o desviados hacia otros objetos, sino en su dinámica original. Son estos sentimientos los que hay que atender y encauzarlos de manera que el sistema gane energía y harmonía.

6. Todas las terapias y ninguna.

No existe ningún enfoque en Psicoterapia que pueda asumir las constelaciones familiares según Bert Hellinger como propias; ni las constelaciones familiares pueden identificarse con una única corriente psicoterapéutica.

Y con esto, no es difícil llegar a la pregunta de dónde radica la originalidad de Bert Hellinger.

El curriculum de Bert Hellinger ha recorrido, con diversa intensidad, las más importantes corrientes terapéuticas. Todas ellas han aportado un elemento más a su trabajo. Aunque estaríamos bien lejos de entender su personalidad si interpretáramos su método como un “cóctel“ de todos ellos. El rasgo distintivo de Bert Hellinger es su radical fidelidad al fenómeno. Y éste se manifiesta como el quiere: el fenómeno no se ciñe a métodos. Para Bert Hellinger acoger el fenómeno significa también abandonar su propio método, porque en lo más profundo deja de ser un método.

Quizás, por esto, en el desarrollo de las constelaciones familiares en los países de habla alemana, ningún grupo terapéutico monopoliza este método: psicoanalistas, sistémicos, terapeutas familiares, rogerianos, gestálticos, Programación Neuro Lingüística, ... terapeutas de diversas corrientes lo incorporan en su trabajo.

Por como está concebido, no estamos ante una nueva escuela psicoterapéutica. En el momento que lo fuera, perdería su capacidad de acercarse al fenómeno: su normativa, su jerarquía académica y su argumentación apologística ante las otras terapias esconderían la manifestación fenoménica. No hay escuela, no hay maestro, no hay tradición. En el trabajo terapéutico, cada uno es escuela, maestro y tradición. En cada constelación se manifiesta lo fenoménico de manera única y original. El trabajo del terapeuta o coordinador tendrá validez en la medida en que él sepa convertirse en vehículo para que pueda manifestarse lo que es.

En última instancia, ya no hay ni cliente ni terapeuta. El cliente asiente con humildad ante lo trágico y lo dichoso de su existir, y el terapeuta, al contemplar a su cliente, no puede menos de sentir un profundo respeto ante la soledad de esa existencia humana. Y él, el terapeuta, se retira dejando que la realidad realice. En este acto se descubre también solo, abandonado, como un humano más.

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